Fa anys es va escriure:
Estaba sentada en el coche de mi padre. Una furgoneta Renault, sin aire condicionado y con un motor muy ruidoso. Mi padre estaba a mi izquierda y mi abuela sentada en la parte de atrás. Íbamos a recoger ciruelas. En realidad, no me apetecía mucho, pero al ver a mi abuela pidiéndomelo, me vi incapaz de dar un no por respuesta.
Frente a mí tenía el monedero de mi abuela, un monedero de mujer mayor, de color marrón y, relativamente, nuevo. Después de pedir permiso a mi abuela, lo abrí con curiosidad. ¿Qué habría allí dentro? Dentro del monedero de una mujer que a penas salía de casa a parte de hacer las compras necesarias, una mujer genial, muy servicial, nada presumida, conservadora y con un corazón enorme.
En el primer compartimento sólo había un billete de 20 euros. Hicimos unas gracias de si estaba pobre o no, algo divertido. Mis pensamientos cambiaron radicalmente en el momento que abrí el segundo compartimento, se me paró el corazón. Había una copia de su carné de identidad y una foto de mi abuelo, como siempre, serio. Mi mirada se centró en la fotocopia del DNI. En especial, en la firma de mi abuela. Mis ojos se llenaron de lágrimas que intentaba sostener y mi cabeza recibió en pocos segundos mil sentimientos completamente diferentes.
Mi abuela, esa mujer a quien tanto quiero y respeto; esa mujer que siempre me ha cuidado, me ha mimado, me ha escuchado, me ha querido y nos ha aguantado tantas cosas. Ella misma tenía una firma propia de una niña de tres años. Recordé que su vida había sido muy dura. Tuvo que dejar de estudiar de muy pequeña, a penas a la edad que tiene mi primo ahora, no me lo imagino trabajando como tuvo que hacer ella. A la vez, fue tan pequeña y tan mayor. No pudo disfrutar de una juventud como se merecía, con novios, juegos y nuestras triviales preocupaciones. Se encerró en una fábrica, de pie, todo el día. Cargando con un trabajo, una casa, una familia y un marido. ¡Dios, qué marido! No pudo estudiar, no pudo aprender a escribir ni a leer con soltura. Su vida fue encarrilada en una vía de tren de la cual nunca tuvo la oportunidad de salir.
Miraba y miraba su firma, se me llenaban los ojos de unas lágrimas frías y a penas podía respirar. Vi como una vida puede ser forzada sin derecho a elegir. Me di cuenta de la suerte que tenemos hoy en día. Tenemos mucho que elegir, demasiado quizá. Tenemos tanta libertad que la desaprovechamos. Sólo nos quejamos de lo que tenemos, no nos conformamos, no aprovechamos nuestra suerte. ¿Qué harías si ahora hubiera un cambio en tu vida y tuvieras que seguir el camino recorrido por mi abuela? Como tanta otra gente ha tenido y tiene que soportar. Una vida sin elección, marcada y decidida por otros.